Asisto estupefacto al (falso) debate sobre la modificación de la Constitución a los efectos de contemplar la posibilidad de la Cadena Perpetua como una de las penas dentro de nuestro Código Penal.
No me preocupa tanto el que el tema de la cadena perpetua sea objeto de debate, que siempre está bien debatir los conceptos e ideas, como la forma en que se está planteando el mismo y también quién lo está planteando.
Por un lado, en nuestro ordenamiento jurídico no se contempla la cadena perpetua, ni las medidas que no sean correctoras y tendentes a reintegrar en la sociedad a quienes cometen un delito, no por un mero capricho o una decisión arbitraria, sino porque ello es un reflejo de unos principios éticos y de conducta y reflejo de unos valores humanos concretos.
Los penalistas, y en general la filosofía del derecho, lleva siglos definiendo cuales son los medios adecuados para, en primer lugar, desincentivar el delito, en segundo lugar para reparar el daño causado y en tercer lugar para no excluir de la sociedad a las personas una vez cumplido su castigo.
En grandes lineas estas son las preocupaciones de un sistema de pensamiento jurídico que se ha preocupado en definir el sistema punitivo de los estados modernos a partir de la Ilustración.
Es decir, la regulación contenida en los sistemas penales modernos, incluído el nuestro, es fruto de la reflexión y del estudio, en definitiva, de la ciencia jurídica.
Las razones contra la cadena perpetua están estudiadas y documentadas, toda vez que ni impiden la comisión de más delitos, ni resuelven el problema de las personas que los cometen si bien es verdad que no siempre dejan satisfecha a la victima o sus familiares.
Sin embargo, a la luz de desgraciados hechos cometidos por lo más abyecto de nuestra sociedad, se erigen los familiares de las víctimas en postuladores de la defensa de la cadena perpetua como herramienta para mejorar nuestro sistema punitivo.
Su discurso se elabora desde el sufrimiento directo por la pérdida de un ser querido, no desde la reflexión y el estudio de la cuestión con la lectura y análisis de los trabajos y estudios de los investigadores del derecho penal y la filosofía del derecho.
No se aportan ni datos, ni consideraciones de tipo criminalístico, ni análisis, ni las razones por las que esa decisión es la mejor que se puede adoptar, simplemente se elevan al púlpito de la opinión pública con la "autoritas" que otorgan los acontecimientos.
Y no me sorprende que sea un predicador quien abandere esta forma de opinar o entender, pues en cierta forma todo esto es una versión del debate ciencia-religión.
Y en esta linea me preocupa mucho mas todavía que se realicen llamadas apelando al voto a los efectos de justificar las posiciones propias y sobre todo en la seguridad que se manifiesta de que ello tendría resultados, cuando lo cierto es que ninguno de los partidos políticos con representación parlamentaria ha acogido la medida en el pasado, y siendo que este país, en su conjunto, y los familiares directamente afectados en particular, han sufrido tragedias de similar naturaleza en el pasado, y habiendo estado la medida en la mente de muchos.
Lo que habría que exigir a quienes plantean el debate y la postura favorable a la cadena perpetua es que expresen claramente los datos y razones por los que su tesis debe ser adoptada, de tal forma que sus posiciones puedan ser estudiadas, analizadas y rebatidas. Amparándose en la empatía con su dolor no sirve a los efectos de discutir, no al menos en una sociedad dónde la razón debe estar por encima de otras consideraciones. Lo que hay que exigir es que se aplique método científico.
El problema es que nadie, entre los que tienen la obligación legal de hacerlo, se preocupa por explicar adecudamente que significan estos postulados y las razones subyacentes, y podemos encontrarnos en un debate sobre esta reforma constitucional en la que muy poca gente tiene la información pero deciden un montón de personas guiadas no siempre por los mejores deseos humanos.
Sinceramente lamento profundamente la muerte y desaparición de cualquier persona y me parece injusto que ello suceda, por sus allegados y porque sus vidas son siempre más valiosas que las de aquellos que se quedan, pero ello no obsta a que si queremos ir más allá y plantear alternativas a la situación actual ello se haga desde la razón y no desde las tinieblas de las emociones.No me preocupa tanto el que el tema de la cadena perpetua sea objeto de debate, que siempre está bien debatir los conceptos e ideas, como la forma en que se está planteando el mismo y también quién lo está planteando.
Por un lado, en nuestro ordenamiento jurídico no se contempla la cadena perpetua, ni las medidas que no sean correctoras y tendentes a reintegrar en la sociedad a quienes cometen un delito, no por un mero capricho o una decisión arbitraria, sino porque ello es un reflejo de unos principios éticos y de conducta y reflejo de unos valores humanos concretos.
Los penalistas, y en general la filosofía del derecho, lleva siglos definiendo cuales son los medios adecuados para, en primer lugar, desincentivar el delito, en segundo lugar para reparar el daño causado y en tercer lugar para no excluir de la sociedad a las personas una vez cumplido su castigo.
En grandes lineas estas son las preocupaciones de un sistema de pensamiento jurídico que se ha preocupado en definir el sistema punitivo de los estados modernos a partir de la Ilustración.
Es decir, la regulación contenida en los sistemas penales modernos, incluído el nuestro, es fruto de la reflexión y del estudio, en definitiva, de la ciencia jurídica.
Las razones contra la cadena perpetua están estudiadas y documentadas, toda vez que ni impiden la comisión de más delitos, ni resuelven el problema de las personas que los cometen si bien es verdad que no siempre dejan satisfecha a la victima o sus familiares.
Sin embargo, a la luz de desgraciados hechos cometidos por lo más abyecto de nuestra sociedad, se erigen los familiares de las víctimas en postuladores de la defensa de la cadena perpetua como herramienta para mejorar nuestro sistema punitivo.
Su discurso se elabora desde el sufrimiento directo por la pérdida de un ser querido, no desde la reflexión y el estudio de la cuestión con la lectura y análisis de los trabajos y estudios de los investigadores del derecho penal y la filosofía del derecho.
No se aportan ni datos, ni consideraciones de tipo criminalístico, ni análisis, ni las razones por las que esa decisión es la mejor que se puede adoptar, simplemente se elevan al púlpito de la opinión pública con la "autoritas" que otorgan los acontecimientos.
Y no me sorprende que sea un predicador quien abandere esta forma de opinar o entender, pues en cierta forma todo esto es una versión del debate ciencia-religión.
Y en esta linea me preocupa mucho mas todavía que se realicen llamadas apelando al voto a los efectos de justificar las posiciones propias y sobre todo en la seguridad que se manifiesta de que ello tendría resultados, cuando lo cierto es que ninguno de los partidos políticos con representación parlamentaria ha acogido la medida en el pasado, y siendo que este país, en su conjunto, y los familiares directamente afectados en particular, han sufrido tragedias de similar naturaleza en el pasado, y habiendo estado la medida en la mente de muchos.
Lo que habría que exigir a quienes plantean el debate y la postura favorable a la cadena perpetua es que expresen claramente los datos y razones por los que su tesis debe ser adoptada, de tal forma que sus posiciones puedan ser estudiadas, analizadas y rebatidas. Amparándose en la empatía con su dolor no sirve a los efectos de discutir, no al menos en una sociedad dónde la razón debe estar por encima de otras consideraciones. Lo que hay que exigir es que se aplique método científico.
El problema es que nadie, entre los que tienen la obligación legal de hacerlo, se preocupa por explicar adecudamente que significan estos postulados y las razones subyacentes, y podemos encontrarnos en un debate sobre esta reforma constitucional en la que muy poca gente tiene la información pero deciden un montón de personas guiadas no siempre por los mejores deseos humanos.
Por desgracia, cada vez creo más que estoy en el bando que tiene todas las batallas perdidas y con una opinión pública cada vez peor formada no creo que el panorama vaya a mejorar.